El pasado día 11, dentro de la programacion del festival Monkey Week, tuvimos la oportunidad de ver en directo a una de las bandas míticas del punk británico, The Buzzcocks. Ni que decir tiene quienes son o que han hecho, el que a estas alturas desconozca su trayectoria, es sin duda alguna ya irrecuperable.
El conciertazo que dieron estos "muchachos" destaco principalmente por el derroche de energía. Energía que ya quisieran para si tanto moderno, tanto "sinte", tanto DJ y tanta mierda. Y es que en el mundo del rock, guitarra, bajo y batería siguen siendo los "muscle car" mientras que las mas modernas propuestas siguen siendo para mi como querer hacer las 500 de Indianapolis con un "Smart".
En fin, al concierto. Llegue al recinto como se llega a estos sitios y en estos tiempos, desganado, aburrido, descreído y achacoso. Y es que la cuarentena te cae encima con una mas que evidente degradacion física y una mas que notable efervescencia mental. Así pues me fui con mis achaques, mis neuras y mi espíritu critico, a ver si los Buzzcocks eran capaces de recordarme que aun soy un chaval.
Y NO SOLO ME LO RECORDARON, SINO QUE ME LO HAN TATUADO PARA QUE NO SE ME OLVIDE JAMAS.
Empezaron ( y siguieron ) con tal volumen de energía, de sonido, de actitud, de PUNK al fin al cabo. Que al principio del segundo tema, deje mi confortable ubicación hacia la mitad del respetable y escorado a la derecha, donde estaba flanqueado por mi izquierda por los mods de toda la vida ( demasiada pose para mi) y por mi derecha por los modernos que ni sabían donde estaban ( demasiada pose para mi). Y me encamine atropelladamente, apartando personas como el que aparta lastre, hasta la primera fila, para quedarme y soltar los perros.
Y allí... la hecatombe. Grité, canté, boté, reí, sudé y fui el mas perro de entre los perros,la mas puta de entre las puta y el mas joven de entre los viejos. Gracias.
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